Boletín n.º 108
Mayo 18 de 2012
Día Internacional
de los Museos
La sillita del Maestro
Casa Museo Otraparte
Fotografía por Oliver Ehmig
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La Corporación Otraparte se une a la celebración del Día Internacional de los Museos compartiendo con sus amigos la historia de la sillita del maestro y una fotografía del cartel con el cual se anunció en 1916 la aparición de “Pensamientos de un viejo” de Fernando González, quien en ese momento tenía 21 años de edad. El Comité Consultivo del Consejo Internacional de Museos (ICOM) propone cada año un tema que los museos pueden utilizar para valorizar su posición en el seno de la sociedad. El tema para el Día Internacional de los Museos 2012 es “Museos en un mundo cambiante. Nuevos retos, nuevas inspiraciones”. Hoy en día el mundo cambia más rápido que nunca. Las nuevas tecnologías entregan ideas novedosas, giga octetos de información, noticias sobre el clima que se vuelve cada vez más inestable. Todo esto es retransmitido por los medios de comunicación sociales, cosa inimaginable hace pocos años. En este contexto, los museos modernos tienen que luchar para hacer oír sus voces. El tema propuesto para este año reconoce que las instituciones adoptan una conducta interpretativa y se mueven en un medio cada vez más fluido. Cada uno se esfuerza por lograr objetivos, tener intereses diferentes y atraer a visitantes diversos.
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¡Curioso esto de observarse uno a sí mismo! Si vieras cuántas veces aparece en mí el deseo de traerme para el apartamento solitario a una de estas italianas sonrosadas. Afortunadamente sólo tomo el asunto como crítico: me dedico a convencer al Lucas del seminario de que eso es un engaño de los sentidos; me pongo a contemplarles los tacones, los ojos, la frente, los pechos, para actualizar la convicción de que son accidentes del alma encarnada…; o bien, me voy tras una jorobada, tras una coja, y medito en el problema de la manifestación del espíritu en formas tan repugnantes. El hombre está muy cerca, muy cerca del escarabajo, y cuando medita, está cerca de los ángeles. Pero qué cosa tan curiosa es haber nacido, haberse encarnado, amar los pechos, gustar de los besos y del restregarse de los cuerpos. Indudablemente que somos antiguos gusanos, antiguos escarabajos, comedores de carne y de excrementos, no satisfechos aún. De ahí esta dualidad mía terrible: me gustan los pechos duros y erectos y después de apretarlos contra mi corazón, grita el espíritu encarnado: ¡Hijo de puta!
También me gusta mucho ir al museo de Milán, a contemplar dos momias peruanas de hace unos tres mil años. Son mujeres acurrucadas, con pelo; las piernas dobladas contra el vientre, y una de ellas se está tapando la cara con la mano izquierda. Ante estas bellezas, ¡a cuántos peruanos se les despertarían los ímpetus creadores de más carne! ¡Es muy curiosa la sensualidad y el hombre es muy curioso! Es sabroso pensar que un sapo desea a la hembra y llegará a parecerle que su vida carece de importancia si no posee a la sapa… Lo más divertido que hay es la sensualidad, fuente de toda apariencia.
(El Hermafrodita dormido)
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Cartel que anuncia la aparición de Pensamientos de un viejo. Cortesía de Luisa Fernanda Herrera, nieta de Alfonso González Ochoa.
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La sillita del Maestro
Por Mary Jo Smith
El Maestro era mi “abuelito”. Mi mamá (Rosa Girasol), como Nadaísta, solía visitarlo mucho y yo forjé mi propia relación con él, desde los 3 hasta los 5 años de edad.
Nos íbamos a caminar juntos y él recogía naranjas de los árboles y caminando, comiendo y conversando pasamos muchas tardes.
Una vez me cansé de pelar mi naranja —mientras él ya se comía la suya— y le pedí que me diera un casquito. Me dijo: “Todo lo mío es tuyo”.
Cuando yo lo visitaba, subía a su alcoba donde escribía, sentado en una sillita chiquita, con la máquina de escribir sobre una silla de tamaño normal. Las rodillas le llegaban hasta el pecho, y yo le pregunté por qué tenía una sillita que era chiquita, como para mí. Me dijo que así le gustaba escribir. La sillita, de esas que colgaban fuera de los almacenes en la Plaza de Envigado, era el símbolo del puente espiritual que nos unía.
Abuelito nunca me trató como una “niña chiquita”. Me trató siempre como un ser espiritual; para mí fue el único adulto que realmente me vio por lo que yo era, aun estando dentro de una cáscara de niñez. Compartíamos una rebeldía, una protesta que llevaba a serenidad —había algo que se entendía, que se aceptaba— sin necesidad de expresarlo o explicarlo.
Mi mamá me llevo a Otraparte el día después de que el abuelito dejó su cuerpo y, mientras ella tomaba agua aromática con Doña Margarita, yo subí las escaleras angostas a la alcoba a buscar la sillita. La llevé al carro, la puse sobre el asiento de adelante y me senté en ella. Admiré el jardín y sentí mucha paz. Mi amigo ya no estaba para darse caminadas conmigo, pero yo nunca perdería nuestra amistad. Recuerdo esa certeza como si hubiera sido ayer…
En esas salieron doña Margarita y mi mamá a preguntarme qué estaba haciendo con la silla del Maestro, y les contesté: “Abuelito me dijo que todo lo de él era mío y esto es lo único que quiero”.
En ese entonces yo tenía 5 años; la sillita me ha acompañado ya casi 39 años. Me gustaría regresarla a la alcobita del Maestro ya que ustedes han creado en Otraparte un sitio muy especial que lo celebra. No tenerla físicamente conmigo no significa que no la tengo. Así como no tenerlo a él en el físico no significa que él deja de existir. Yo siempre lo celebraré y lo amaré.
Fuente:
Comunicación personal, 2002.
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Mary Jo es hija de Rosemary Smith (Rosa Girasol), artista estadounidense que en la década de 1960 vivía con sus hijos en su casa “Todaspartes”, cerca de Otraparte, y que sostuvo por varios años una relación sentimental con el poeta nadaísta Gonzalo Arango. Actualmente Mary Jo vive en Estados Unidos con sus hijos Greg y Joanna y su esposo Ivan Obolensky. Es la directora de su propia compañía Dynamic Doingness.