“A doña Margarita con una felicitación muy sincera por su inteligentísimo esposo. Jorge Obando C. – 1940”.
De manera que digámoslo: con estos amigos de Fernando González, Estanislao Zuleta y Gonzalo Arango, la inteligencia le dio la espalda a la arrogancia de esos eruditos de corbatín que aquí siempre ejercieron el saber como una fusta para expulsar y descalificar de los otros. Estos hijos de filósofo silvestre aprendieron que la inteligencia no tiene por qué ser enemiga de la cordialidad, ni sintieron que para saber hubiera que dejar de querer. Nunca perdieron su acento paisa, tal vez porque apreciaban en su maestro lo que después advertiría José Manuel Arango, que Fernando González usó para pensarnos el dialecto que hablamos o tal vez también por otra causa profunda: porque nunca llegaron a la sensación de que para ser culto hay que olvidar el propio origen e integrarse a alguna tradición ilustre, esa pose afrancesada o germánica que fue la ruina de casi todos nuestros candidatos a filósofos.
William Ospina