Fernando González
Foto Montoya, Bogotá, 1931
Fernando González no tiene amargura, ni pesimismo, ni escepticismo. Habla sencillamente de cosas sencillas y nunca está en vena trascendental. Su extraordinaria espiritualidad reacciona —para emplear una de sus palabras habituales— en una forma llana y cordial, sin graves vestiduras lexicográficas. Esta mañana lo visitó el fotógrafo de Cromos en las oficinas de “Cervantes”. González se prestaba dócilmente a las indicaciones de Montoya y apenas si se atrevió a preguntar: —¿Cómo le parece a usted que quedará mejor? Se sentó ante el escritorio y preguntó de nuevo con una sonrisa de niño: —¿Leyendo o escribiendo? Sobre este punto el fotógrafo meditó un instante. Luego conceptuó: —Escribiendo. El autor de Mi Simón Bolívar puso papel, sacó el estilógrafo e hizo el ademán de escribir. Obraba en todo con el temor de que Montoya tuviera alguna tacha que hacer a la naturalidad de su actitud.
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